“La pluralidad es la ley de la tierra”. Hannah Arendt
“Me apoderaría de los planetas si pudiera”. Cecil Rhodes
El 8 de abril de 2022 el primer vuelo espacial con tripulación totalmente privada se dirigió a la Estacion Espacial Internacional para llevar a cabo investigaciones científicas con un doble objetivo: expandir los viajes comerciales al espacio y, a largo plazo, colonizar Marte. Este acontecimiento consolida a las empresas y al sector privado como un nuevo actor importante en la conquista espacial.
Durante décadas, los proyectos espaciales fueron el desarrollo de una contienda militar y política entre las dos superpotencias del siglo XX: los Estados Unidos y la URSS, quienes trataban de mostrar su poderío a través de lanzamientos de satélites, envíos de astronautas al espacio o a la Luna. A través de los éxitos espaciales -y de sus fracasos- se trataba de mostrar qué tipo de sociedad era más viable: una sociedad democrática de libre mercado o una sociedad comunista de vocación científica e igualdad social. Al menos esa era la retórica.
La contienda espacial no ha estado exenta de polémica. En sus inicios, el aspecto militar fue el eje principal que impulsó las expediciones espaciales. En los Estados Unidos no todos sus ciudadanos vieron con buenos ojos la exploración espacial. Durante los sesenta y setentas, el movimiento de los derechos civiles criticó la suma enorme del presupuesto federal para financiar el programa espacial de la NASA, cuando existía una desigualdad creciente en el país, especialmente en las zonas con alta presencia afroamericana. Por su parte, el movimiento civil que estaba en contra de la guerra de Vietnam se opuso a la NASA, debido a la estrecha cooperación que ésta tenía con la defensa militar estadounidense, al facilitar el ataque de la poblacion civil vietnamita gracias al desarrollo tecnológico de sus satelites. El movimiento ambientalista, a su vez, protestó por los daños ecológicos y ambientales que ocasionaba el proyecto espacial en el suelo estadounidense.
Estas críticas, junto con una pérdida de interés político tras la llegada a la Luna en 1969, contribueyeron a que el Congreso estadounidense redujera el presupuesto de la NASA en la década de los setenta. Este golpe ocasionó que la NASA, para hacerse de mejor reputación y evitar más reducción de su presupuesto, se dedicara en los siguientes año, sobre todo, a desarrollar proyectos científicos enfocados en la observación de la Tierra, en el clima y el medio ambiente. Por supuesto, la caída del bloque soviético en los noventa también favoreció esta tendencia, e incluso, la llevó a una cooperación importante con otros países, como es el caso de la Estación Espacial Internacional.
La conquista del espacio en el siglo XXI sigue siendo un asunto militar y de privilegio político para los Estados Unidos y Rusia, quienes recientemente han creado Fuerzas Espaciales como parte de sus Fuerzas Armadas. China, India y Japón son algunos de los Estados que se han sumado a esta contienda, junto con Gran Bretaña y la Unión Europea como bloque.
Sin embargo, un cambio es patente: si antes eran solo los Estados los que, en una dinámica de Guerra Fría y de conquista del espacio, realizaban tales hazañas, actualmente las empresas privadas consolidan su lugar en la carrera hacia el espacio; iniciando una nueva fase espacial en la que ya no sólo se trata de privilegio y preponderancia en su lucha entre Estados, sino de búsqueda de utilidad y de beneficio económico y ganancia.
La privatización del sector espacial permite que las empresas privadas aprovechen tanto la infraestructura pública desarrollada durante décadas como las nuevas leyes que sus países han impulsado para llevar a cabo sus proyectos de conquista del espacio y de llegar a la nueva frontera.
Luego, los Estados y las empresas privadas nos cuentan una narrativa: la narrativa de la hegemonía política espacial y la de la conquista del espacio y su nueva frontera, gracias a hombres aventureros cuyo credo es que la existencia de las cosas exige que sean conquistadas, apropiadas, explotadas.
Los permisos de explotación de objetos espaciales están legalizados en países como Estados Unidos, Luxemburgo, Japón y Los Emiratos Árabes Unidos. Situación que ocasiona tensiones con el “Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre”) de la ONU (también llamado el Tratado sobre “los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes”), y especialmente con el artículo II que estipula que “El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera.”[1]
A finales del siglo XIX, el empresario inglés Cecil Rodhes, quien ejerció gran influencia sobre el Estado britanico en su carrera por adueñarse de África, afirmaba que se “apoderaría de los planetas si pudiera”:
To think of these stars that you see overhead at night, these vast worlds which we can never reach. I would annex the planets if I could; I often think of that. It makes me sad to see them so clear and yet so far.”
Un siglo después, la mentalidad de empresarios como Elon Musk, Jeff Bezos et Richard Branson parecen seguir el mismo lema de Rhodes, y esta vez, con vistas de realizar su sueño. Pero ¿sería un logro para la humanidad –o el comienzo de un fracaso?
Con una mirada retrospectiva sabemos que las consecuencias del imperialismo y colonialismo de los siglos XV al XX fueron catastróficas para muchos de los habitantes de las tierras colonizadas como para los propios Estados que lucharon por adueñarse de esas tierras y sus recursos naturales. La falta de límites y de leyes que pusieran veto a los anhelos de apropiación y expansión, provocaron crímenes, guerras y daños inconmensurables –no sólo en Africa, sino también en América, Medio Oriente, Asia y Oceania. La lógica ultranacionalista -catalizada por el imperialismo a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y en donde una parte de los Estados tuvo relaciones simbióticas con empresarios privados como Cecil Rodhes- al final afectó también al continente europeo y dio impetu a la Primera Guerra Mundial. No terminaría allí: se radicalizaría todavía más hasta que tomara forma en el fascismo y el nazismo, lo que provocaría la Segunda Guerra Mundial.
No podemos permitir que la carrera espacial lleve a la humanidad de nuevo por este camino destructivo. Al final, es nuestro propio planeta que está en juego. Y no hay otro como la Tierra.
Reconocer los riesgos y peligros es esencial para poder enfrentar de forma constructiva uno de los grandes desafíos de nuestra época: la exploración del espacio. Los métodos de la ciencia, la transparencia y el derecho a la información, y el diálogo plural y cosmopolita tiene que ser la base de esta exploración –no la codicia, el secretismo, y el afán de crear nuevos imperios.
La carrera espacial mundial requiere de alianzas ciudadanas cosmopolitas que ejerzan presión sobre sus Estados y empresas privadas, así como sobre organismos supranacionales para implementar leyes en común, necesarias como frenos para deseos imperialistas, megalómanos e ilimitados.
Por lo tanto, en Civil Space International (CSI) defendemos la necesidad de un nuevo actor para la discusión, la reflexión y la toma de decisiones con relación al espacio y sus usos. Este nuevo actor incluye a todos los ciudadanos de la Tierra que estén interesados y comprometidos con el tema espacial.
En CSI reconocemos la exploración científica del espacio como legítima y como una gran oportunidad para los seres humanos. Con la ayuda de métodos cientificos podríamos encontrar respuestas a las preguntas sempiternas sobre nuestro lugar en el universo. Sin embargo, la ciencia no se encuentra en un vacío político y moral, sobre todo, no cuando se trata de las aplicaciones técnicas del conocimiento (el ejemplo más escalofriante es, sin duda, la bomba atómica).
En CSI sostenemos que el espacio es un territorio común. Por ende es de interés público y no podemos dejar que los gobiernos, industrias y comercios privados determinen qué hacer y qué no hacer en el espacio. Como ciudadanos buscamos que el espacio cobre su dimensión reflexiva, política y humana como tema en común que nos une.
Aspiramos a crear una asociacion interdisciplinaria con personas de diferentes profesiones y transfondos.
Reconocemos que el papel de atestiguar y de informar es fundamental en una comunidad democrática en la que el público pueda conocer y formar su opinión. Defendemos el acceso a la información como un derecho fundamental para el ejercicio responsable de la ciudadanía.
Sostenemos que el derecho fundamental a la libertad de opinión y de expresión centrales en las democracias no puede ejercerse si no se cuenta con información imparcial y veraz, y si a los informadores se les niega investigar y difundir la información obtenida.
En la actualidad, estamos a expensas a lo que los gobiernos y sus agencias especiales, así como empresas privadas, nos digan sobre lo que ocurre en el espacio. Sabemos que pueden callar o censurar ciertos hechos. Sabemos que la verdad factual corre el riesgo de ser encubierta o tergiversada.
Por lo tanto, en CSI uno de nuestros objetivos es informar de manera imparcial y veraz sobre los acontecimientos espaciales. Defendemos un periodismo de intervención, es decir, queremos un periodismo que modifique las reglas de visibilidad y también de actuar.
A partir de una información imparcial y veraz sobre lo que está pasando en torno y sobre el espacio, pretendemos visibilizar y hacer de conocimiento público las decisiones, procedimientos, acciones y razones de los actores estatales y privados, y de este modo, disminuir el riesgo de corrupción y contribuir con la creación de un lugar común para el ejercicio de la democracia, que vigila y exija a los gobiernos responsabilidad sobre sus acciones.
Civil Space International (CSI) es un espacio que se enuncia plural.
Partiendo del principio de pluralidad como ley de la Tierra (Hannah Arendt), que afirma que existen distintas perspectivas como hay habitantes en la Tierra, en CSI queremos participar en la creación de un espacio en común y horizontal entre los ciudadanos que comparten la Tierra, para la reflexión crítica, el diálogo, el debate, la formación de opinión -y tal vez, esbozar posibles pautas de acción.
Para ello, sostenemos que pensar es una facultad que comparten todos los seres humanos, y nos apoyamos en las máximas kantianas del pensar que exigen: a) un pensamiento crítico, que requiere destruir nuestros prejuicios y dogmas sin fundamento, así como poner a prueba nuestras opiniones; esto no puede lograrse sino a través de b) un pensamiento cosmopolita, es decir, a través de ponernos en el lugar de las perspectivas de otros ciudadanos, entender la posición desde la que miran y se enuncian; y así, formular finalmente, c) un pensamiento consecuente: ser coherente y consistente con uno mismo.
Así, basados en el principio cosmopolita de pensar, y apoyándonos en las máximas del pensar kantinas, creemos que mientras más perspectivas sean visibles, escuchadas, entedidas, la opinión y juicio que formemos sobre el tema estarán mejor fundadamentados, a la vez que nos permitirá crear un mundo común de reflexión y de acción.
En CSI creemos que un lugar en común se puede crear a partir de nuestro interés y preocupación por el universo y por la manera en que los seres humanos nos relacionamos con él.
Nuestro objetivo es, pues, crear un espacio público en el que los ciudadanos del mundo puedan formar sus opiniones a través de la información, el análisis, la reflexión, el diálogo y debates, con miras a crear y fortalecer una ciudadanía cosmopolita en la que ciudadanos de todo el mundo intervengan e incidan en sus respectivos países en la regulación de las prácticas estatales y privadas concernientes al espacio, pero también en organismos internacionales como la ONU. O incluso, participen en la creación de nuevas organizaciones que no estén mediadas por Estados, sino mediante relaciones horizontales entre ciudadanos cosmopolitas en condiciones de igualdad y libertad, generando en serio una democracia participativa.
Así, frente a la falta de transparencia y al monopolio decisional de los Estados y empresas privadas en asuntos que son de interés publico mundial, la respuesta de CSI es apoyar el trabajo periodistico independiete y la difusion de información verídica, verificable y basada en hechos. Al mismo tiempo queremos estimular la creación conjunta de una plaza mundial para conversaciones y discusiones críticas para el desarrallo del espacio y de la Tierra.
¿La narrativa de la última frontera y de conquista espacial es la única que existe? ¿O se pueden proponer otras formas de ir al espacio que no impliquen el afán de lucro, sino la exploración cientifica, el respeto por el espacio y sus cuerpos celestes y, desde luego, por nuestro planeta? ¿Qué hacer frente a la creciente militarisación del espacio? ¿Cómo se puede mejorar la transparencia y el acceso a la información para los ciudadanos del mundo?
La contaminación de la órbita terrestre ronda en unas 9 mil toneladas de desechos según la NASA. ¿Qué hacer ante eso? ¿La puesta en órbita de constelaciones de satélites para mejorar las comunicaciones por internet a milésimas de segundos valen la pena para obstaculizar el cielo y las investigaciones astronómicas?
¿Los viajes turísticos son relevantes frente al cambio climático? ¿Contribuyen realmente con el desarrollo y mejoramiento de los seres humanos?
¿Cuál es el presupuesto que debe usarse y con qué fines?
¿El espacio se explota en beneficio de quién? ¿Quién explota? ¿A qué precio?
¿Las investigaciones científicas están regidas por códigos de ética?
Las preguntas por el espacio son preguntas esenciales para la Tierra. El modo en que se concibe el espacio y lo que se quiere hacer con él es un espejo de lo que estamos haciendo en la Tierra. No podemos actuar como si nada extremadamente serio y peligroso estuviera pasando en nuestro planeta. Tenemos que tomar en cuenta la crisis climática y las causas humanas que la han desencadenado y siguen catalizándola. Acción y pensar están interconectados. Cómo pensamos nuestro mundo afecta la manera en la que actuamos/intervenimos en él. Por eso, pensamos que tenemos que reflexionar sobre lo que hacemos.
CSI es esa apuesta cosmopolita de un lugar común de reflexión, de puesta en cuestión, de la escucha de otras perspectivas, de la imaginación conjunta de alternativas, y que se irá creando con la participación y alianzas de aquellos ciudadanos que quieran conversar para formarse una opinión y actuar políticamente de una manera horizontal como ciudadanos del planeta: vigilar y combatir la corrupción, exigir, hacer presión, influir, intervenir y participar en las decisiones de los Estados, para que estas decisiones sean tomadas conforme al principio democrático y de cuidado por el Planeta, por la vida humana, de otros seres y entes terrestres y espaciales.
Bibliografía:
Arendt, H., Conferencias sobre a filosofía poítica de Kant. Paidós, Buenos Aires, 2003.
Maher, N., Apollo in the age of Aquarius, Harvard University Press Cambridge, Massachusetts. 2017.
Pasco, Xavier, Le Nouvelle Âge spatial. De la guerre froide au New Space, CNRS Edtions, Paris, 2017.
[1] https://treaties.unoda.org/t/outer_space